FAETON debilidad en las riendas

Faetón es el nombre de la última pintura de Nix Ruo en su serie "Teogonía Plástica". Pinturas de mitos griegos llenas de color, donde el artista deja ir sus espátulas y pinceles al ritmo de su estado emocional, jugando con colores y texturas para crear llamativas obras que lo caracterizan.
por Maximiliano Florencio
La pintura de Nix siempre está en el estado de una perpetua transformación. Nunca se repite. Cada vez que crea una nueva imagen, hay una oportunidad para dejarse llevar por la dinámica de la textura y de los trazos, entonces su obra nos vuelve a interpelar con un mito.

En este caso, se refiere a Faetón, que era hijo de Helios y de la ninfa marina Climene. Creció en Egipto bajo la supervisión de su madre. Cuando Faetón era joven, su amigo Epafo le dijo que no era hijo del dios del sol y que su madre le había mentido sobre su origen. Climene, por el contrario, le juró a su hijo que sí lo era y le dijo dónde podría encon­trarle.

Faetón salió a buscar a su padre y finalmente lo visitó en su reluciente palacio en la parte oriental del mundo, que había sido lujosamente decorado con oro, plata y marfil. El dios del sol le dio una cálida bienvenida y Faetón le pidió una prueba irrefutable de que era su padre. Helios juró por la laguna Estigia que llevaba al mundo de los muertos que estaba preparado para darle a su hijo lo que quisiese. 
"Faetón" Nix Ruo
Acrílico - Lienzo 120 x 90 cm
Entonces el joven le pidió montar en su cuadriga y recorrer los cielos durante un día. Helios lamentó haber hecho la pro­mesa, pero ya no podía dar marcha atrás y sólo le aconsejó tener cuidado, porque se exponía a sí mismo y al mundo a un gran peligro, ya que sólo Helios -ni siquiera Zeus- sabía dirigir su cuadriga y los caballos que la llevaban. Pero Faetón, entusiasmado, no quiso oír a su padre y éste le cedió la cuadriga.

Los cuatro caballos que despedían fuego fueron preparados. Helios le recomendó a su hijo que no les dejase correr en exceso, ni volar demasiado bajo o demasiado alto. 

Inmediatamente después de partir perdió el control de las riendas y la cuadriga se desvió, causando el pánico entre las constelaciones del firmamento. Poco a poco se aproximó a la superficie de la tierra, abra­sando e incendiando ciudades, países y montañas. Los ríos se secaron, se formaron los desiertos y la piel de los etíopes se oscureció. 

Gaia sufrió una dolorosa agonía y pidió ayuda a Zeus. El rey de los dioses sabía que había que intervenir rápido y derribó al auriga con uno de sus rayos. 

El joven fue a parar al río Eridano -que más tarde sería el Po- y se mató. Las ninfas lo enterraron con una inscripción en su lápida que rezaba: «Aquí yace Faetón, que hizo el viaje por el sol, desafió a todos, aunque la debilidad le traicionó».

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