Nix Ruo empujando los límites de la plástica

Los artistas son exploradores, curanderos, activistas y visionarios. Hacer arte es esencial para hablar con verdad al poder soñar con nuevas realidades y, en última instancia, cambiar el mundo. Se puede, incluso en cuarentena.
por Nicolás Sillo
Crítico de Arte - Tucumán

Sin duda el arte tiene mucho que decir en estos días. Hay quienes se dedican al “arte por el arte”, privilegiando la técnica y empujando los límites de la plástica, creando objetos bellos, que invitan a la contemplación, a detenernos, a descansar. Otros se dedican a un arte más conceptual o político; sin duda desarrollarán obras necesarias, soñando nuevos imaginarios, y enfrentándonos con nuestros fracasos. Pensemos en los brutales problemas estructurales, tan normalizados hasta hace unos meses, que este virus nos ha obligado a mirar: como la desigualdad y su impacto en la calidad de salud a que tenemos acceso, en la opción de poder trabajar desde el hogar, y en incluso las posibilidades que puede ofrecer un hogar como espacio seguro.

El arte es un instrumento formidable para  ofrecernos una perspectiva y un horizonte de salida. Pero no se da de forma automática. Vivimos una época marcada por la obsesión con lo nuevo y novedoso. Aún en medio de la Pandemia por el Coronavirus. Pero lo cierto es que los problemas que nos ha hecho enfrentar este virus ya estaban ahí hace uno, dos, cinco, diez o veinte años. 

Durante mucho tiempo hemos exigido a los artistas que naveguen un complejo entramado de estructuras, relaciones y arreglos, tanto globales como locales, a menudo por poco o ningún pago. Algo que comienza en el taller como una práctica creativa, casi siempre en solitario, depende de un sector de artes visuales próspero, y de audiencias, relaciones y conexiones. En vez de preguntar y exigir, es tiempo de que interroguemos las formas en que podemos nosotros contribuir a transformar esos escenarios que tantas veces nos rescatan de la angustia y el sin sentido.

En las obras de Nix Ruo vamos descubriendo que su principal valor es su capacidad de humanizarnos. "Teogonía Plástica del Siglo XXI" no puede forzosamente cambiar comportamientos. No es una pastilla, una aspirina o una clase. La empatía no se produce con tan solo mirar un cuadro: implica un trabajo interior. Una actitud para el cual sus pinturas entregan lúcidos materiales. No puede ganar una elección o derrocar a un presidente; no puede detener la crisis climática, curar un virus o resucitar a los muertos. Pero sí es un antídoto en tiempos de caos, una hoja de ruta para mayor claridad, una fuerza de resistencia y reparación, creando nuevos registros, nuevos lenguajes, y nuevas imágenes con las cuales pensar que nos interpela a preguntarnos acerca de nuestra cosmovisión del universo. Es una herramienta lenta, que no actúa de inmediato, sino que requiere experimentación, análisis constante, deconstrucción de estereotipos y esquemas de pensamiento. 

“El arte tiene otros deberes en esta nueva década del siglo XXI”, dice Nix Ruo, “no debe explicar, sino ser un llamado a la acción, convertirse en una forma de comunicación alternativa o diplomacia cultural. Nuestros métodos son poco populares y difíciles, pero para deconstruir algo, el arte necesita espacio. Camargo 1020 es solo el umbral. Ahora Internet nos desafía a exponer con otra lógica digital muy diferente a la analógica”.

Apelemos a que  estos tiempos de distanciamiento social y sobre-conexión digital nos revelen, con más fuerza que nunca, la necesidad que tenemos del arte genuino de nuestro tiempo.


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