La caída de Ícaro

Nix Ruo nos trae una nueva obra en medio de la Pandemia del Covid19. Acercándonos uno de los mitos que más nos advierten de los riesgos de "desoír lo que la sabiduría dicta y actuar despreocupadamente sin tener en cuenta las posibles consecuencias"Gracias a las nuevas tecnologías pudimos dialogar en un Zoom con Nix respecto a esta última obra y en general sobre su serie Teogonía Plástica del siglo XXI. 

por Matías Constante
CAMARGO 1020 ESPACIO DE ARTE
La caída de ïcaro - Acrílico sobre lienzo de 120 x 120 cm
MC: Hola, gracias por este espacio de diálogo. Arrancamos así de una, te parece? Bien. Hemos visto que tu obra sigue expandiéndose ¿qué te motiva?

Nix: Hola buenas tardes. Desde muy jóven me interesaron los mitos. De todas las culturas. Pero en particular los griegos. 
Los mitos son una fuente de conocimiento para descubrir la propia naturaleza por medio de los símbolos que encierran. Son infinitas sus interpretaciones. A ello se le sumó que me gusta mucho es experimentar, explorar y probar. Entonces con esta serie casi sin darme cuenta tendí un puente entre ese gusto por los mitemas y el placer de pintar abstracto. La libertad de la expresión sin formas predeterminadas. Aprovechar la fuerza dinámica del color. En fin, de esta manera la serie de las pinturas míticas no se ven como piezas sueltas e independientes, sino que al interrelacionar se definen en un sistema mucho más amplio.

MC: ¿Podrías describir un poco más respecto a ese puente?

Nix: Claro, como decirlo... Para mi la pintura es en sí como un espacio de meditación, durante el proceso mi mente para, el inconsciente se expresa, el olor a pintura se exparse y la espátula comienza a crear. Para mí, la experimentación es algo a lo que no me puedo resistir, desde siempre he sido una persona muy curiosa a la que le encantan los desafíos. Un lienzo en blanco es un desafío enorme. Si hay algo que me inspira, eso me absorbe, y lo termino plasmando en un lienzo. Por otro lado siento que estoy desarrollando todavía mi lenguaje pictórico, estoy disfrutando ese viaje, por lo que no me obligo a seguir una línea específica, sino que me dejo llevar por lo que en cada momento me surge.

MC: Esta pintura es muy sugestiva ¿por qué se llama la caída de Icaro?

Nix: La ambición es parte de la naturaleza humana y no hay nada más humano que los protagonistas de la mitología griega, no por nada los griegos crearon subjetivamente a sus dioses a su imagen y semejanza. El mito de Ícaro representa esta característica humana de querer lo inalcanzable y perecer en el intento. 
El sufrimiento tendría su origen en la insatisfacción del deseo como resultado de la dicotomía entre éste y la realidad. Desde que visité el Valle de los Templos el año pasado al ver allí las esculturas de Igor Mitoraj tenía ganas de reflejar las impresiones internas de esa caída.

MC: ¿Cómo sería tu proceso de trabajo desde el inicio de una obra hasta su final?

Nix: Suelo iniciar un cuadro con una idea general de lo que quiero plasmar. A pesar de esa intención inicial, en el desarrollo surgen impulsos me terminan llevando por otros caminos donde frecuente el resultado es una sorpresa. Es un momento increíble en lo personal.

A nivel técnico me gusta que la primera capa sea gruesa a base de gesso, ya que aporta profundidad y carácter, generando una superficie irregular, que me remite a los muros de las ruinas que conocí en Sicilia en 
"El Valle de los Templos de Agrigento". Luego, me dejo llevar y empiezo a pintar capas usando la técnica del automatismo, sigo a mi intuición permitiendo que los colores y las formas fluyan. Que  se sucedan a un ritmo rápido que marca la espátula y la música que escucho al pintar. Tras esa primera aproximación, empieza lo que me gusta llamar la resolución del puzle. La experiencia me ha enseñado que cada cuadro puede desarrollarse y finalizar de mil maneras posibles. Todo depende de cada decisión. Allí uno crea una nueva composición que condicionará el siguiente paso a seguir. En la pintura no podés mover un trazo sin dejar una marca. Pintar es un paralelismo con la vida misma.  

MC: Hablaste de meditación al pintar, ¿cómo sería eso?

Nix: Enfocarme en el lienzo calma mi mente. Porque el enfoque se centra en los colores, las texturas y las formas. El tiempo se desacelera, y muchas veces no me doy cuenta de las horas que llevo pintando hasta que mi estómago empieza a quejarse. Además, cuando empecé con esta obra estaba muy preocupado por los denominados anticuarentenas que desoyen la tremenda realidad que estamos transitando como humanidad ante el Coronavirus. Por eso, la caída de Ícaro refleja un intento de libertad que supera la condición humana. El inexperto se deja llevar por su ambición, ignorando la sabiduría de su contexto, y no puede distinguir el peligro que lo acecha, pereciendo en el camino. En la mitología los hechos crueles son inseparables de los bondadosos y constituyen una visión de totalidad.

El mito de Ícaro

Ícaro era hijo de Dédalo, el constructor del laberinto de Creta que albergaba al Minotauro. Luego de la construcción, fue encarcelado junto a su hijo en una torre por el rey Minos. Dédalo logró escapar pero no podía abandonar la isla por mar, ya que el rey controlaba todo lo que salía y entraba. Entonces comenzó a fabricar alas para él y su hijo Ícaro, ya que el aire era lo único que no vigilaba el rey. Enlazó plumas entre sí, asegurando las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. 

Cuando todo estaba listo, Dédalo probó sus alas y saboreó la libertad junto al éxito de su trabajo. Entonces, equipó a su hijo de la misma manera y le enseñó a volar, advirtiéndole que no volase ni muy bajo, ni muy alto. “Si vuelas muy bajo, la humedad y el vapor del agua empaparán las plumas, éstas serán muy pesadas y caerás al mar. Y si vuelas muy alto, el calor del sol derretirá la cera, se desprenderán las plumas y también caerás al mar”, le dijo, y así, padre e hijo echaron a volar.

Pero Ícaro pronto se entregó al placer del vuelo con entusiasmo y comenzó a ascender como si quisiese llegar al paraíso. El ardiente sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Cuando Dédalo miró atrás, no encontró a su hijo, pero vio dos alas que flotaban en el mar y sobrevoló el lugar infinitas veces tratando de encontrar el cuerpo de su hijo.




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