En medio de la pandemia del Covid19, Nix Ruo, no ha cesado de crear nuevas pinturas de su Teogonia Plástica. A esta obra le ha dado el nombre de "Céfiro" que nos eleva suavemente más allá de la realidad. Nos invita a contemplar en el universo dinámico de los colores exactos que se conectan con la intuición al observar su obra desde diferentes perspectivas. Sus pinturas son una propuesta superadora al tradicional antropomorfismo.
por Maximiliano Florencio
Director de Camargo 1020
Las obras de Nix, con su lenguaje poético, nos resignifican que los mitos conservan su carácter universal que les permite condensar la realidad humana. Captamos su profundo significado a través de los sentidos, pero su definición o justificación siguen tan elusivos como en la Antigua Grecia y Roma. Personajes divinos o heroicos que pueblan los mitos greco-romanos, trascienden el tiempo y el espacio para recordarnos que, hoy como ayer, seguimos sujetos a las mismas pasiones que ellos representaron: celos, amor, intrigas, compasión, aceptación.
Realidad que se expresa claramente cuando en una pintura como Céfiro somos imbuidos en las impresiones plásticas de las huellas que los mitos dejan al ser reconocidos de esta manera. Esta revelación de la subjetividad hecha pintura reiteradamente nos expande la conciencia de lo no dicho.
Las pinturas de Nix Ruo en medio de la Pandemia del Covid19 nos recuerdan que la palabra griega “Mythos” puede ser traducida como narrativa, diálogo, argumento. Dice la escritora Gisela Labouvie - Vief que refiere a aquellos aspectos del lenguaje y sus significados que no pueden ser demostrados o formalizados, sino sólo vislumbrados a través de la intuición. A pesar de su naturaleza elusiva, el mito guarda un significado distintivo, que es sentido “orgánicamente” y no se alcanza a través de la lógica, exuda sentido emotivo en vez de evidencia objetiva. “Mythos” refiere al lenguaje de la poesía y de los sueños, un lenguaje que ofrece un sentido psicológico en vez de lógico. Podemos alcanzar el significado del mito a través de los sentidos, pero escapa a todo intento de definirlo o justificarlo.
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El Mito de Céfiro
En la mitología griega, los Anemoi eran los dioses del viento. Según el poeta Hesíodo, los vientos beneficiosos –Céfiro y sus hermanos Euro, Noto y Bóreas– eran hijos de Astreo y Eos, y los destructivos lo eran de Tifón.
Céfiro era el más suave de todos, se lo conocía como el viento fructificador, mensajero de la primavera, por lo que gozaba del especial favor de los griegos. Se creía que vivía en una cueva de Tracia donde esperaba que su hermano mayor, Boreas –el viento del norte que traía el frío aire invernal– le indicara con su partida el momento de comenzar a soplar. A menudo, Homero los nombra juntos en varias de las aventuras que vivieron.
También se narra que Céfiro poseía un espíritu aventurero y romántico, y que tenía varias esposas. Se dice que era el marido de Iris, la diosa del arcoíris.
Sin embargo, su verdadero amor fue otra de sus, la diosa Cloris, de la que se enamoró al instante de verla. Boreas ya la había elegido; la había raptado y llevado hasta el monte Nifates, en el Cáucaso, por lo que Céfiro tuvo que competir con él. Finalmente lo venció y pudo arrebatársela.
Cloris tenía una belleza extraordinaria y permanecía siempre joven. Céfiro estaba completamente deslumbrado por ella y le regaló el dominio de las flores. Juntos, tuvieron una hija, Carpo (“fruta”), que tenía el poder de hacer crecer y dar sabor, color y vida a las frutas, y que más tarde se convertiría en la diosa romana Pomona.
La unión de Céfiro con Cloris fue celebrada entre dioses y hombres, pues el espíritu de la diosa complementó a la perfección la promesa encarnada por su esposo.
Los romanos honraron a Cloris con el nombre de Flora. Cada año, al inicio de la primavera, la gente celebraba los Juegos Florales en su honor. Durante esta festividad, que duraba seis días, los romanos se adornaban con flores y su carácter se volvía eufórico y exuberante. Algo de esos rituales permanece en nosotros, en nuestro festejo del Día de la Primavera.
Uno de los mitos que ha sobrevivido en el que muestra a Céfiro de manera más prominente es el de Jacinto. Jacinto era un príncipe espartano guapo y atlético. Céfiro se enamoró de él y lo cortejo, al igual que Apolo. Los dos compitieron por su amor, pero eligió a Apolo, enloqueciendo a Céfiro de celos. Luego, pillando a Apolo y Jacinto lanzando un disco, Céfiro sopló su viento hacia ellos, golpeando al chico con el disco. Cuando Jacinto murió, Apolo creó la flor de jacinto con su sangre. Apolo estaba furioso, pero Eros protegió a Céfiro, ya que el acto fue cometido en el nombre del amor, a condición de que el dios del viento sirviera a Eros para siempre.
Además, con otra hermana y amante, la harpía Podarge (También conocida como Celeno), era padre de Janto y Balio, los caballos de Aquiles. En la historia de Cupido y Psique, Céfiro sirvió a Eros (o Cupido) para transportar a Psique a su morada.
“El arte no es una creación inútil de objetos, sirve al desarrollo y sensibilizacion del alma humana. El arte es el lenguaje que habla al alma de las cosas que son para ella, el pan cotidiano, que solo se puede recibir de esa forma” manifiesta Vasili Kandinsky en su obra "De lo espiritual en el arte".
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