Nuevamente Nix Ruo nos alcanza otra pintura de su serie "Teogonía Plástica" con su lenguaje abstracto personal, al cual sometió a un proceso de refinamiento y simplificación durante el aislamiento social ante la Pandemia del Covid19.
"Las Náyades" - Acrílico sobre lienzo 120 x 120
por Maximiliano Florencio
Director de Camargo 1020 Espacio de Arte
Con el nombre de "Las Náyades" nos embarca a través una paleta sutil cuya intención pretende lograr un estado de intimidad con el espectador. La unidad de la obra se compone de varios campos superpuestos, sin ninguna relación aparente, que parecen flotar sobre un espacio indefinido. Cambiando de tonalidad con sucesivas y finas veladuras de acrílico aplicado con espátulas de diferentes tamaños, lo ilumina con una luz difusa que parece surgir de una fuente espiritual. La experimientación en el uso de los materiales y procedimientos aplicados en esta obra adquieren significado más allá de su aspecto técnico. El lenguaje de la abstracción en Nix se muestra como un catalizador para la transformación de los diferentes abordajes del entorno vital como condición de posibilidad.
Historia
En la mitología griega, las Náyades eran las ninfas de aguas dulces, como fuentes, arroyos y manantiales, tal como las Oceánides estaban asociadas al agua salada y las Neréidas al mar Mediterráneo. Sus mitos y leyendas nos hablan de jóvenes bellas que suelen enamorar a los mortales con su belleza y gracia, pero que también pueden ser muy peligrosas.
Como ninfas, las náyades eran mujeres muy longevas -aunque sabían disimularlo muy bien-, pero de todas formas mortales. De hecho, al estar tan vinculadas al agua, se decía que si sus aguas se secaban, ellas perecían. Por lo tanto, no eran omnipotentes. De todas formas, cabe destacar este carácter de peligrosidad que se da a ciertas divinidades femeninas acuáticas, lo cual no debería extrañarnos si pensamos que los griegos eran un pueblo viajero y sabían lo traicioneras que eran las aguas.
Las náyades eran hijas de Zeus, según Homero, mientras otros dicen que su padre era el titán Océano, lo cual explicaría más su relación con las aguas. Cada localidad tenía sus fuentes y manantiales, con sus propios grupos de náyades, que eran objetos de culto. Se creía que tenían dones curativos y que ayudaban a la fertilidad. Esa razón, cuando un joven alcanzaba la mayoría de edad, dejaba como ofrenda algunos cabellos infantiles a la náyade de su manantial local. Mientras que los enfermos solían beber de sus aguas o bien tomar un baño. El ejemplo más popular es el de Lerna, donde se ahogaba a un animal como parte del ritual.
Sin embargo, las náyades no eran tan benevolentes como parece. De hecho, bañarse en sus aguas podría ser peligroso a veces, pues ellas podrían considerarlo un sacrilegio y castigar al ofensor. Lo mismo sucedía en caso de ser vistas, lo que podía ser causar la locura. Además eran muy celosas y caprichosas, como cuenta la leyenda de un pastor que le fue infiel a una náyade y ésta se vengó cegándolo permanentemente. O el caso de Hilas, que fue raptado por náyades que se enamoraron de él.
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