Nix Ruo nos trae una obra original de su serie "Teogonía Plástica" para penetrar lo invisible. Esta nueva obra contiene una dimensión vibracional que nos interpela. Ha realizado otra apuesta al cambio de percepción. A medida que avanza este derrotero en búsqueda de la impronta espiritual, nos ofrece un nuevo hito, donde las diferenciaciones estan dadas por los puntos de vista.
por Nelson Iraola
"Las sensaciones, los perceptos y los afecto son seres que se valen por sí mimos y se entra en ellos por la sensibilidad que cada uno tenga a los diferentes planos en los que vibra un percepto o un afecto. Serán seres, potencias de las que cada individuo toma lo que puede y el arte ofrece su abundancia para ello, pues es el arte el que logra tomar la mayor potencia de esos seres" Deleuze y Guattari (*)
Expuesta en "El zaguán del Arte"
Las propuestas de Nix Ruo nos invitan a ir más allá de las pinturas instaladas. El percepto es el objeto tal como lo percibe el sujeto. Un percepto es un conjunto de percepciones y de sensaciones que sobrevive a aquél que las experimenta. Así pues, sus pinturas poseen una dimensión temporal, en la medida en que los entes que las habitan continúan su proceso de devenir.
Sus obras generan un clima, un ánimo que atraviesa nuestra mirada, nuestra forma de sentir y ser en el mundo, en suma, interpela nuestra sensibilidad. En estos tiempos en que la banalidad acecha con aniquilar la fuerza de la vida por medio de la prepotencia, el fanatismo, la mentira y la ignorancia, apuesta por el misterio de la sacralidad a través de la paleta de colores seleccionada.
Nuevamente su pintura se centra en la emoción y la intuición, y no en la razón. Como resultado, su interpretación es menos evidente o lógica y depende de la sensibilidad del espectador. Donde la profunda interrelación entre el misterio, el silencio, la experiencia espiritual y el arte confluyen con signos intelegibles. Tal vez, con ello busca subrayar el requisito de la representación perteneciente a la experiencia interior a través del símbolo.
El cuadro "misterios de Eleusis" es un ejemplo de este juego de combinación de formas y colores en su estilo disruptivo. Entre las características principales de esta forma de arte, se destaca la atención especial en los elementos esenciales del lenguaje plástico, como los colores y las formas, para salirse de la realidad concreta. Cada artista abstracto tiene sus propias reglas en relación con el uso de los colores, las líneas y las formas. En Nix Ruo, la búsqueda de trascender la representación de la apariencia externa de las cosas se da a través de estos aspectos cromáticos y formales. La conexión con el espíritu se deja traslucir en toda la obra.
El Mito
Los ritos de Eleusis, o los misterios de Eleusis, eran los rituales secretos de la escuela homónima que se llevaron a cabo, regularmente, aproximadamente desde el 1600 a. C. al 392 d. C. Nadie sabe exactamente que era o de qué se trataba este ritual místico; pero los testimonios de los iniciados pueden dar a entender por qué los antiguos griegos participaban en él.
Los misterios de Eleusis, celebrados cada año en la ciudad de Eleusis, Grecia (situada a unos veintidós kilómetros al noroeste de Atenas), eran tan importantes para los griegos que hasta la llegada de los romanos, la vía sagrada (el camino de Atenas a Eleusis) era el único camino propiamente dicho, no un camino de cabras, en todo el centro de Grecia. Los misterios celebraban la historia de Deméter y Perséfone pero, como los iniciados juraban guardar en secreto los detalles del ritual, bajo pena de muerte, no sabemos qué forma tomaban estos rituales. Sin embargo, sabemos que quienes participaban en los misterios cambiaban para bien y para siempre, y además ya no temían a la muerte.
Los rituales se basaban en una lectura simbólica de la historia de Deméter y Perséfone que proporcionaban a los iniciados una visión del mas allá tan poderosa, que lograba cambiar la forma en la que veían el mundo y su lugar en él. Los participantes se liberaban del miedo a la muerte al reconocer que eran almas inmortales que se encontraban temporalmente en cuerpos mortales. De la misma manera en la que Perséfone bajaba a la tierra de los muertos y regresaba a la de los vivos cada año; cada ser humano moriría solo para volver a vivir en otro plano de existencia o en otro cuerpo.
(*) Deleuze, G y F. Guattari, Qué es la Filosofía?, Barcelona: Anagrama, 2001,
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