TANTALO: EL VACÍO DEL DESEO INSACIABLE

En la mitología griega, Tántalo traicionó a los dioses al revelar secretos olímpicos, robar néctar y ambrosía para mortales, y —su crimen mayor— servirles la carne de su hijo Pélope en banquete para probar su omnisciencia; horrorizados, los dioses resucitaron al joven (reemplazando su hombro devorado por Deméter con marfil) y condenaron a Tántalo al Tártaro: eterno hambre y sed ante un lago hasta su mentón y frutos inalcanzables, impulsados por vientos. Esta maldición se hereda: su hija Níobe pierde hijos por flechas divinas, y Atreo repite el festín con Tiestes, forjando la tragedia de Agamenón en la Orestíada de Esquilo.

Nix Ruo resignifica el mito de Tántalo en su serie "Pandora" mediante trazos curvos ondulantes y líneas imaginarias que "se escapan" hacia bordes del lienzo, evocando frutos inalcanzables sobre fondos texturizados de gesso y colores ásperos —rojos sedientos para apetito carnal, azules etéreos para sed espiritual— aplicados en el fondo con espátula en capas densas. Formas orgánicas difusas simulan agua absorbida o ramas elevadas, distorsionando miradas gestuales en tensión perpetua, con cierto dramatismo cromático.
Interpretaciones Simbólicas para la Actualidad

El mito advierte contra deseos insaciables que vacían el ser: en sociedad obsesionada por metas materiales —redes sociales prometiendo "likes" efímeros, consumismo infinito, adicción digital—, Tántalo simboliza anhelo por lo próximo pero inalcanzable, rompiendo el interior en ciclos de frustración y alienación. Ruo lo integra como mal pandórico: ¿resistir o redirigir? 

Sus abstracciones urgen trascendencia relacional —eco de Nédoncelle—, priorizando conexiones auténticas por sobre "papel de regalo" vacío, fomentando empatía y virtud diligente contra apetitos carnales que fragmentan.​

Esta resignificación invita a insights: en fragmentación tecnológica, la esperanza retenida impulsa cambio, superando suplicio tantalino hacia plenitud compartida.

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