El humano es un ser simbólico, la llegada del invierno representa culturalmente un nuevo ciclo de “recogimiento e interioridad”. Aunque el ser humano no necesita hibernar, el clima de esta temporada invita más a quedarse en casa, a guarecerse y estar con otros.
Pintura en proceso
A lo largo del año se van sucediendo las cuatro estaciones climáticas. Actualmente sabemos que es debido a la traslación de la Tierra, pero los griegos de la antigüedad los desconocían esto, por lo que crearon su propia historia para explicarlo.
El invierno es la estación más fría del año, la que tiene días más cortos y noches más largas, la temporada en la que pareciera que todo en la naturaleza duerme, como si hiciera una pausa con el fin de reunir la energía necesaria para resurgir en todo su esplendor durante la primavera.
Es una estación de cambios: cambia el clima, cambia el número de horas de luz, cambia la hora y tenemos que adaptar nuestra rutina a todos ellos.
El solsticio de invierno celebra las horas más largas de oscuridad o el renacimiento del sol y posee una poderosa energía para la regeneración, la renovación y la reflexión.
Mitología griega
En la Antigua Grecia se tenía la creencia que la llegada previa del otoño y posteriormente el establecimiento del invierno se debía a una leyenda: Perséfone, considerada la reina del inframundo, hija de Deméter (diosa de la fecundidad y fertilidad de la tierra) y Zeus (dios del rayo y padre de los dioses y los humanos), abandona a su madre para reunirse con Hades, dios del inframundo.
Durante otoño e invierno se entiende que esta joven dama abandona el mundo de los mortales para estar al lado de su esposo y gobernar con él durante 6 meses. La llegada de la primavera y del verano indica que Perséfone ya se encuentra entre nosotros y trae la felicidad de los campos y cultivos, debido a la felicidad de su madre por tenerla cerca.
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